lunes, 2 de abril de 2012

SALMO 86 (85)

1Presta oído, Señor, respóndeme,
que soy un pobre desamparado.

2Guarda mi vida, que yo te soy fiel,
salva a tu siervo que confía en ti.

3Tú eres mi Dios, ten piedad, Dueño mío,
que te estoy llamando todo el día.
4Alegra el sentir de tu siervo,
que mi sentir se eleva hacia ti.
5Porque tú, Dueño mío, eres bueno y perdonas,
eres misericordioso con los que te invocan. 
 


6Escucha, Señor, mi súplica,
haz caso a mi petición de gracia,
7en el peligro te llamo,
porque me respondes.
8No hay como tú entre los dioses, Dueño mío,
ni hay obras como las tuyas.
9Todos los pueblos que hiciste
vendrán a postrarse en tu presencia
y honrarán tu nombre, Dueño mío.
10Porque eres grande y autor de maravillas,
sólo tú eres Dios.


 11Enséñame, Señor, tu camino
para que lo siga con fidelidad;
unifica mi corazón
en el respeto de tu nombre.
l2Te daré gracias de todo corazón,
Dios mío, Dueño mío,
honraré siempre tu nombre,
13por tu insigne misericordia conmigo,
porque libraste mi vida del Abismo profundo.  


14Oh Dios, gente soberbia se levanta contra mí,
una banda violenta atenta contra mi vida,
sin contar contigo.
15pero tú, Dueño mío,
Dios compasivo y piadoso,
paciente, misericordioso y fiel,
16mírame y ten piedad
da fuerzas a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava.
17Dame una señal propicia:
que la vean mis adversarios y queden confusos,
porque tú, Señor, me auxilias y consuelas.
 
 

86 Ejemplo típico de súplica individual. El autor, poeta de poca inspiración, ha tomado el molde genérico y lo ha rellenado con citas, imitaciones y reminiscencias de otras súplicas. La motivación es, como de costumbre, triple: tribulación del orante, persecución del enemigo, bondad de Dios. No falta la expresión de confianza ni la promesa de acción de gracias. Las repeticiones no son signo de composición, sino simple reiteración. Lo único que llama la atención es la motivación con ki = porque, repetida nueve veces; en ella se muestra la correlación "porque tú / porque yo". Abundan los nombres divinos: siete veces 'adonay, cuatro veces Yhwh y tres nombre"; cuatro veces "Dios, Dios mío" y una vez Dios (supremo).
86,1 Una consonancia une en hebreo "respondeme, yo y desgraciado".
86,2 Se presenta como "siervo leal" y "confiado": véase Sal 123.
86,3 "Ten piedad": Sal 51,3; 56,2; 57,2.
86,4 "Alégrame": Sal 92,5; Is 56,7. El "sentir" o el ánimo.
86,5 "Perdonas": en hebreo adjetivo, "perdonador". Caso único, aunque el verbo es frecuente.
86,6 "Petición de gracia": este plural femenino es exclusivo del salmo, de ordinario se usa el plural masculino.
86,8-10 Entre la numerosa población de divinidades de todos los pueblos Yhwh es incomparable, como cantan Ex 15,11; Sal 40,6; 71,19; 89,7. Es poco hablar por comparación, pues Yhwh es único Dios, precisa el v. 10: cfr. ls 37,16.20; Neh 9,6; Sal 136,4. Entre los dos enunciados (8a.10b) procede el cortejo de los pueblos que acuden a rendir homenaje. En estos tres versos el orante se remonta de su tribulación presente a una visión gloriosa y universal, anticipando un futuro cuando Yhwh sea reconocido por todos los pueblos, porque todos son hechura suya.
86,11 "Con fidelidad tuya", es decir, a ti; otros lo interpretan de la fidelidad de Dios como camino. "Unifica": respeto el texto hebreo y leo en él una alusión al primer mandamiento: compárese con la expresión del "corazón doble" en Sal 12,3 y 1 Cr 12,34. Una corrección da: que se alegre mi corazón.
86,12 "De todo corazón" como manda Dt 6,5.
86,13 "Libraste del Abismo": con variaciones se lee en Sal 30,4; 49,16; 89,49; Os 3,14.
86,14 La última frase es variación de Sal 54,4; véase también Sal 36,2.
86,15 Cita litúrgica, cuyo texto fundamental se escucha, de la boca de Dios, en Ex 34,6; con variaciones en Jl 2,13; Jon 4,2; Sal 103,8; 111,4; 112,4; 145,8; Neh 9,17.31. Son atributos de Yhwh, el Dios único.
86,16 "Hijo de tu esclava", por tanto, esclavo de nacimiento: Sal 116,16.
86,17 Una señal favorable o presagio fausto; resultará funesta para el enemigo. Termina el salmo en tonalidad de consuelo.

Trasposición cristiana.
 La sección 8-13 intima un sentido de unidad y totalidad. Hay un Dios único y universal: todos los pueblos han de reconocerlo. Como centro de atracción, Dios es capaz de unificar a todos en su nombre. También puede unificar al individuo, que vive internamente dividido por tantos centros de atracción. Tarea de Jesucristo, que atrae a todos (Jn 12,32), y del Espíritu, que unifica y simplifica (1 Cor 12,4).

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