domingo, 29 de abril de 2012

SALMO 119 (118).


1Dichosos los de conducta intachable,
que siguen la voluntad del Señor.
2Dichosos los que guardan sus preceptos
y lo buscan de todo corazón.
3Que no cometen iniquidad
y siguen sus caminos.
4Tú mandaste que tus decretos
se observen exactamente.
5Ojalá estén firmes mis caminos
para cumplir tus órdenes.
6Entonces no quedaré defraudado
al fijarme en tus mandatos.
7Te daré gracias con sincero corazón
cuando aprenda tus justos mandamientos.
8He de guardar tus normas:
no me abandones del todo.


9¿Cómo limpiará un joven su senda?
-Observando tu consigna.
10Te busco de todo corazón:
no me desvíes de tus mandatos.
11Guardo en el corazón tu promesa
para no pecar contra ti.
12iBendito eres, Señor!,
enséñame tus normas.
13Mis labios recitarán
todo lo que manda tu boca.
14En el camino de tus preceptos disfruto
más que con cualquier fortuna.
15Voy a meditar tus decretos
y a fijarme en tus sendas.
16Tus órdenes son mi delicia:
no me olvido de tu palabra.


17Cuida de tu siervo y viviré
para cumplir tu palabra.
18Despeja mis ojos y contemplaré
las maravillas de tu ley.
19Soy peregrino en la tierra:
no me ocultes tus mandatos.
20Mi aliento se consume deseando
continuamente tus mandamientos.
21Has increpado a los arrogantes:
¡malditos los que se desvían de tus mandatos!
22Retira de mí afrenta y desprecio,
porque guardo tus preceptos.
23Aunque unos nobles se sienten a criticarme,
tu siervo medita tus órdenes.
24También tus preceptos son mi delicia,
son mis consejeros.


25Mi aliento está pegado al polvo:
da me vida por tu palabra.
26Te conté mis andanzas y me respondiste:
en sé ñame tus estatutos.
27Instrúyeme en la dirección de tus decretos,
y meditaré tus maravillas.
28Mi aliento desfallece de pena:
confórtame con tu palabra.
29 Aparta de mí el camino falso
y dame la gracia de tu voluntad.
30He escogido el camino seguro
disponiendo tus mandamientos.
31Me adhiero a tus preceptos, Señor,
no me defraudes.
32Por el camino de tus mandatos correré
cuando me ensanches el corazón.


33Enséñame, Señor, el camino de tus estatutos
y lo seguiré puntualmente.
34Enséñame a cumplir tu voluntad
y a observarla de todo corazón.
35Encamíname por la senda de tus mandatos,
porque la quiero.
36Inclina mi corazón a tus preceptos
y no al lucro.
37 Aparta mis ojos de miradas vacías,
en tu camino dame vida.
38Cumple a tu siervo la promesa
que hiciste a tus fieles.
39 Apártame la afrenta que temo;
tus mandamientos son buenos.
40Mira cómo ansío tus decretos;
con tu justicia dame vida.


41Y que me llegue tu misericordia, Señor,
tu salvación, según tu promesa,
42y podré responder al que me ultraja
que confío en tu palabra.
43No apartes de mi boca la palabra auténtica;
que espero en tus mandamientos.
44Quiero cumplir continuamente tu voluntad,
por siempre jamás.
45Y seguiré un camino ancho
porque busco tus decretos.
46Y hablaré de tus preceptos ante reyes
sin sentir vergüenza.
47y serán mi delicia tus mandatos
que tanto amo.
48y alzaré las palmas hacia ti
y meditaré tus normas.
49Recuerda la palabra que diste a tu siervo,
de la que hiciste mi esperanza.
50Éste es mi consuelo en la aflicción:
que tu promesa me da vida.
51Unos insolentes me insultan gravemente:
yo no me aparto de tu voluntad.
52Recordando tus antiguos mandamientos,
Señor, quedé consolado.
53Me domina la indignación por los malvados
que abandonan tu ley.
54Tus normas eran mi música
en casa extranjera.
55De noche pronuncio tu nombre, Señor,
y velando, tu voluntad.
56Ésta ha sido mi tarea:
he observado tus decretos.


57Mi porción es el Señor. He resuelto
observar tus consignas.
58Te aplaco de todo corazón;
apiádate de mí según tu promesa.
59He calculado mi camino
para volver mis pasos a tus preceptos.
60Me di prisa, no di largas,
para observar tus mandatos.
61Los lazos de los malvados me envolvían;
no olvidé tu ley.
62A media noche me levanto para darte gracias
por tus justos mandamientos.
63Me junto con todos tus fieles
que guardan tus decretos.
64De tu bondad, Señor, está llena la tierra:
enséñame tus normas.


65Trataste bien a tu siervo,
Señor, según tu palabra.
66Enséñame a discernir y entender,
porque me fío de tus mandatos.
67 Antes del escarmiento yo no lo advertía,
pero ahora cumplo tu instrucción.
68Bueno eres tú y haces el bien:
enséñame tus normas.
69Me embadurnan de calumnias unos insolentes;
yo guardo de todo corazón tus decretos.
70Su corazón es espeso como grasa;
yo me deleito en tu voluntad.
71Bien me estuvo el escarmiento:
así aprendí tus órdenes.
72Más vale para mí la ley de tu boca
que mil monedas de oro y plata.


73Tus manos me hicieron y me afirmaron:
instrúyeme para que aprenda tus mandatos.
74Tus fieles verán con alegría
que he esperado en tu palabra.
75Reconozco, Señor,
que tus mandamientos son justos,
que con razón me afligiste.
76Sea tu misericordia mi consuelo
como lo prometiste a tu siervo.
77Que me alcance tu compasión, y viviré,
porque tu leyes mi delicia.
78Que fracasen los insolentes
cuando me desprestigian con mentiras;
yo meditaré tus decretos.
79Vuelvan a mí tus fieles
que hacen caso de tus preceptos.
80Que mi corazón se perfeccione con tus normas,
y así no fracasaré.


81Mi aliento se consume por tu salvación,
espero en tu palabra.
82Mis ojos se consumen por tu promesa:
¿cuándo me consolarás?
83Cuando estaba como un odre ahumado,
no olvidaba tus normas.
84¿Cuántos años le quedan a tu siervo?,
¿cuándo me harás justicia de mis perseguidores?
85Me cavan fosas unos insolentes
que no se ajustan a tu ley.
86Todos tus mandatos son legítimos;
sin razón me persiguen, socórreme.
87Casi acabaron conmigo en la tumba,
pero yo no abandoné tus decretos.
88Según tu misericordia dame vida
y guardaré la instrucción de tu boca.


89Tu palabra, Señor, en el cielo
está firme por siempre.
90De generación en generación tu fidelidad:
afirmaste la tierra y permanece.
91Por tu disposición permanecen hasta hoy;
el universo está a tu servicio.
92Si tu voluntad no fuera mi delicia,
habría perecido en mi aflicción.
93Jamás olvidaré tus decretos,
pues con ellos me diste vida.
94Tuyo soy, sálvame,
que yo consulto tus decretos.
95Los malvados me acechaban para perderme,
yo meditaba tus preceptos.
96He visto el término de todo lo acabado;
tu mandato se dilata sin término.
97iCómo amo tu voluntad!,
todo el día la estoy meditando.
98Tus mandatos me hacen más hábil
que mis enemigos,
siempre van conmigo.
99Soy más docto que todos mis maestros,
porque medito tus preceptos.
100Soy más sagaz que los ancianos
porque observo tus decretos.
101Cohíbo mis pies de todo mal camino,
para observar tu palabra.
102No me aparto de tus mandamientos
porque tú me has instruido.
I03iQué dulce es tu promesa al paladar!
más que miel a la boca.
I04Reflexiono sobre tus decretos,
por eso detesto toda senda falsa.
105Tu palabra es lámpara para mis pasos,
luz en mi senda.
106He jurado y lo cumpliré;
observar tus justos mandamientos.
107Me siento gravemente afligido:
dame vida, Señor, por tu palabra.
108Acepta, Señor, mi oferta generosa
y enséñame tus mandamientos.
109Continuamente arriesgo la vida,
pero no olvido tu voluntad.
110Los malvados me ponen trampas:
yo no me desvío de tus decretos.
111Tus preceptos son mi herencia perpetua,
son el gozo de mi corazón.
112Incliné mi corazón a cumplir tus normas
siempre y cabalmente.


113Detesto a los que se han desgajado
y amo tu voluntad.
114Tú eres mi refugio y mi escudo:
en tu palabra espero.
115 Apartaos, perversos, de mí,
y guardaré los mandatos de mi Dios.
116Sosténme con tu promesa y viviré,
no dejes frustrarse mi esperanza.
117Dame apoyo y estaré a salvo
y me fijaré continuamente en tus normas.
118A los que se desvían de tus normas los tasas
como mentira y engaño.
119Valoras como escoria a los malvados,
por eso amo tus preceptos.
120Se me erizan los pelos con tu terror
y me asustan tus mandamientos.


121Practico la justicia y el derecho:
no me entregues a mis opresores.
122Sal fiador por tu siervo
para que no me opriman los insolentes.
123Se me consumen los ojos por tu salvación,
por tu promesa de justicia.
124Trata a tu siervo con misericordia
y enséñame tus normas.
125Soy tu siervo, instrúyeme,
y comprenderé tus preceptos.
126Es hora de actuar, Señor,
han quebrantado tu ley.
127Por eso amo tus mandatos
más que el oro más puro.
128Por eso sigo derecho tus normas
y detesto toda senda engañosa.


129Admirables son tus preceptos:
por eso los observa mi alma.
130La explicación de tu palabra ilumina,
instruye a los inexpertos.
131Abro bien la boca para respirar
con ansia de tus mandatos.
132Vuélvete a mí con piedad,
como sueles con los que aman tu nombre.
133Afirma mis pasos con tu promesa,
no me entregues en poder de maldad alguna.
134Líbrame de la opresión humana,
y guardaré tus decretos.
135Muestra a tu siervo tu rostro radiante,
enséñame tus normas.
136Arroyos descienden de mis ojos
por los que no guardan tu ley.


137Justo eres tú, Señor,
recto es tu mandamiento.
138has prescrito preceptos justos,
sumamente estables.
139Me consumo de celo
porque mis enemigos olvidan tus palabras.
140Tu promesa es acrisolada
y tu siervo la ama.
141Soy pequeño y despreciado,
pero no olvido tus decretos.
142Tu justicia es justa por siempre,
tu voluntad es auténtica.
143Me asaltan angustia y aprieto;
tus mandatos son mi delicia.
144Tus preceptos son justos por siempre;
instrúyeme y viviré.


145Clamo de todo corazón, respóndeme, Señor,
guardaré tus normas.
146Te llamo, sálvame,
y observaré tus preceptos.
147Me adelanto a la aurora y pido auxilio
aguardando tus palabras.
148Mis ojos se adelantan a las velas
meditando tu promesa.
149Escucha mi voz por tu misericordia,
dame vida, Señor, como es tu norma.
150Se acercan los que persiguen infamias
y de tu ley se alejan.
151Cerca estás tú, Señor
y todos tus mandatos son auténticos.
152Hace tiempo comprendí que has establecido
tus preceptos para siempre.


153Mira mi aflicción y líbrame,
pues no olvido tu voluntad.
154Defiende mi causa y rescátame,
tu promesa dame vida.
155Lejos queda de los malvados la salvación,
pues no consultan tus normas.
156Grande es tu compasión, Señor,
dame vida según tu norma.
157Muchos son los enemigos que me persiguen,
yo no me aparto de tus preceptos.
158Viendo a los renegados sentía asco,
porque no observan tus instrucciones.
159Mira cómo amo tus decretos;
Señor, por tu misericordia dame vida.
160EI compendio de tu palabra es la verdad,
es eterno tu justo mandamiento.
161Unos príncipes me persiguen sin motivo;
mi corazón tiembla por tus palabras.
162yo me alegro de tu promesa,
como el que encuentra rico botín.
163Detesto y aborrezco la mentira,
amo tu voluntad.
164Siete veces al día te alabo
por tus justos mandamientos.
165Mucha paz tienen los que aman tu ley,
nada los hace tropezar.
166Aguardo tu salvación, Señor,
y cumplo tus mandatos.
167Mi alma guarda tus preceptos,
los ama intensamente.
168Guardo tus preceptos y decretos,
tienes presentes todos mis caminos.


169L1egue mi clamor a tu presencia, Señor,
instrúyeme con tu palabra.
170Que mi súplica llegue a tu presencia:
líbrame según tu promesa.
171De mis labios brota la alabanza,
porque me enseñaste tus normas.
172Entona mi lengua tu promesa
porque todos tus mandatos son legítimos.
173Que tu mano me auxilie,
pues escojo tus decretos.
174Ansío tu salvación, Señor,
tu voluntad es mi delicia.
175Viva mi alma para alabarte;
tu mandamiento me auxiliará.
176Me extravié como oveja descarriada:
busca a tu siervo, que no olvida tus mandatos.
 
Salmo alfabético. El salmo más breve del salterio y el más largo están separados por la pared del 118: dos versos frente a 176. ¿Cuál abarca más? ¿El que se dirige a todas las naciones y canta una fidelidad eterna o el que repite 176 veces su devoción a la ley? El autor de los Sal 111 y 112 demostró su habilidad comprimiendo el alfabeto en once versos. El triunfo de la brevedad. El autor del 119 quiere demostrar su habilidad dedicando a cada letra del alfabeto ocho versos seguidos. El triunfo de la longitud.
El resultado literario tiene algo de ristra, y para llenar sus porciones, el autor está dispuesto a meter cualquier cosa que se relacione con su tema: la ley. Empieza con bienaventuranza, tiene reflexión con petición, exhorta, propone un programa, alaba y da gracias. Inútil buscar en este producto un género riguroso o coherente. Porque aquí manda el alfabeto.
Para cumplir su cometido toma ocho sinónimos de ley y algunos de repuesto. Los ocho sinónimos no están diferenciados, son intercambiables. La función nemotécnica del procedimiento es dudosa, dada la extensión. La pericia artesana demostrada es más bien modesta. Muchas veces tiene que recurrir a soluciones pobres, a repetir la misma palabra o raíz. Quizá actúe, aunque sea en penumbra, cierta fascinación por la palabra escrita: con sólo 22 letras, con economía de sonidos o timbres "temperados", uno puede comunicar todo o casi todo. Es posible que el autor o los autores hayan gozado sintiendo la maravilla de su juguete lingüístico. Indudablemente, la operación tiene bastante de juego.
Devoción a la ley. Para comprender tal actitud conviene considerar algunos factores. En primer lugar, la palabra hebrea tora abarca más que nuestro vocablo "ley". Por la etimología la palabra sugiere el apuntar, disparar, acertar. Es orientación, directiva, instrucción, norma; también ley en sentido estricto. Remontándonos al autor, el "legislador", la leyes voluntad de Dios articulada en palabra para ordenar al hombre y la sociedad. Del presente salmo pueden arrancar dos corrientes espirituales: una equivocada, que absolutiza la ley, aun sometiendo a Dios a ella, haciendo de su observancia el ideal humano; otra acertada, que busca realizar en concreto la voluntad de Dios, formulada o por formular y aplicar. Pensemos que los sentimientos del autor respecto a la ley son los de Jr 31,33 Y Sal 40,9.
Relación del orante con Dios. En un salmo tan largo no hay diálogo: Dios no toma la palabra. Es un personaje en labios del orante, en segunda o tercera persona. La relación tiene algo de mutuo condicionamiento, según el siguiente esquema: a) la conducta del hombre es o será consecuencia de una acción divina (p. ej. 18.27.33.77.102); b) la conducta de Dios es consecuencia de la conducta humana (p. ej. 31.121.159) El orante no se cansa de confesar su honradez, de alegar méritos, mientras señala con el dedo la conducta de otros, malvados. El salmo da para todo. Sin más orden que el alfabeto y en un chorro de frases breves, el orante va descargando en el salmo parte de su vida espiritual, mezclada a muchos motivos tradicionales o convencionales.
Apropiación. Quizá se nos haga difícil por la longitud y la monotonía. Propongo algunos recursos. a) Acompasar el rezo con la respiración (según uno de los métodos ignacianos): así se acompasan el ritmo biológico de nuestra respiración y el espiritual de nuestra oración. b) Dividir el salmo en estrofas repartidas en varios días y ocasiones. c) Fórmula contemplativa: mientras los labios van pronunciando las palabras, la mente se concentra en una visión unitaria y simple; el afecto se prolonga, la voluntad se consolida. d) Desgajar del salmo frases breves, a modo de jaculatorias, en traducción rigurosa o adaptada al contexto cristiano. No comentaré cada verso, sino aspectos escogidos de cada estrofa.
119,1-8 La primera estrofa es programática. Abre el salmo con una bienaventuranza (Sal 1; 32) Y lo coloca entero en la esfera de la verdadera felicidad; la consecuencia llega en el v. 6: "no fracasar" equivale a tener éxito.
Se dirige a Dios en segunda persona (4) y desea "buscarlo" (2), afirmando desde el comienzo la relación personal con Dios. Es Dios quien "ha mandado" la ley; el hombre la cumple "de corazón", para recorrer el "camino" de la vida.
119,9-16 Juntando los versos 1 0.11.13. 14, obtenemos la serie "corazón, labios, camino = conducta", como nuestro de pensamiento, palabra y obra. Los versos 14 y 16 expresan el gozo: el orante no siente la ley como traba o peso.
119,17 -24 Disminuyen los enunciados y se adensa la súplica. El orante es "siervo": súbdito de un señor, vasallo de un soberano. Asoma un grupo hostil, que turba la placidez monótona: son "arrogantes", "nobles" o autoridades, que "murmuran" contra el orante cubriéndolo de "ultrajes" y desprecios. La expresión corriente "no me ocultes tu rostro" se convierte en "no me ocultes tus mandamientos". Al final los "decretos" se personifican para actuar como consejeros: carácter no coercitivo de la ley 25-32.
119,25-32 "Pegado al polvo" es estar a la muerte (Sal 44,26); el Señor lo hará "revivir". Dt suele decir "pegado I adherido a Dios"; aquí se adhiere a los preceptos. Contar a Dios nuestras andanzas o "caminos" es una bella forma de oración: Dios tiene paciencia para escuchar. "Confórtame": otra función atractiva de la ley.
119,33-40 Al llegar a la letra H, el autor recurre a formas verbales en hifil, factitivas. Así resulta que no es el hombre quien comprende, sino Dios quien le hace comprender. El sustantivo lora (que traducimos por ley) se transforma en "instrúyeme"; el caminar en "encamíname", inclinarse en "inclinar", apartarse en "apartar". El hombre suplica, Dios actúa. Sobresale quizá el "inclinar el corazón", contrarrestando las malas inclinaciones del hombre.
119,41-48 En esta estrofa es el orante quien actúa y propone. Juntando 45 con 32, obtenemos el programa de la "anchura": el corazón se ensancha al correr por el camino, el camino se ensancha al consultar los decretos. Acceso y valentía para interpelar a reyes solía ser prerrogativa de profetas; el especialista de la ley reclama para sí dicho privilegio.
119,49-56 Recordar es actividad esencial de la piedad israelítica: hace actual, contemporáneo el pasado. Se recuerda una persona "pronunciando su nombre" (54). También el Señor debe recordar (49) o tener presente. Las "normas" recitadas de buena voluntad suenan como "música": recuérdese el Salmo 101; Y es música que se puede ejecutar en el destierro (cfr. Sal 137). También aquí asoman "insolentes y malvados". "Velando medito en ti", decía el Sal 63,7; aquí medita en la ley (Sal 1).
119,57 -64 La "porción" corresponde al reparto de la tierra, de la cual los levitas no reciben parte, porque su lote es el Señor: Nm 18,20; Dt 10,9; el orante habla como un levita: Sal 16,5. "Aplacar" es, a la letra, acariciar el rostro: es acto ritual o de intercesión y tiene por objeto alguna culpa cometida. "Volver" parece sugerir un desvío previo. La frase del v. 62 fue tomada a la letra para inspirar o justificar la práctica litúrgica o ascética de interrumpir el sueño para alabar a Dios. El comienzo del v. 64 es cita del Sal 33,5.
119,65-72 Con cuatro menciones de "bueno" puede componer un tratado de bienes. Dios es bueno y benéfico, buena es la instrucción de Dios y también la aflicción por la que aprendo. El "gusto" es metáfora de discreción o discernimiento: ls 7,15s; Sal 34,9. El pecado por "inadvertencia" (Sal 19,12s) se cura con un escarmiento leve. En 69-70 leemos dos de las pocas imágenes del salmo: dedicadas a enemigos malvados. El último verso adopta la forma clásica de refrán "más vale": compárese con Prov 3,15; 8, 10.19.
119,73-80 Se contraponen unos "fieles", que reverencian al Señor, y unos insolentes, que calumnian al orante; ellos fracasarán, éste no. De Dios se fija en aspectos complementarios: lo primero es la creación o "hechura" del hombre (Job 10,8); después es Dios maestro que enseña; ha de mostrar su "misericordia y compasión".
119,81-88 La presencia y acción de los enemigos se adensa en esta estrofa: persiguen, ponen trampas y casi logran su empeño. Este tema desplaza la estrofa hacia la
súplica. La letra K introduce la idea de totalidad y acabamiento. El "odre ahumado", renegrido y arrugado prepara la pregunta "¿cuántos años ... ?" (Sal 39,5). La edad se alía con el enemigo, explica el "consumirse" de aliento y ojos ..
119,89-96 El tema de la perpetuidad atrae motivos cósmicos de creación: duración celeste, estabilidad de la tierra. En contraste entra la condición caduca del ombre: perece por el sufrimiento, por la persecución del enemigo. Necesita que Dios lo salve y le dé, mantenga la vida. La "palabra" de Dios aparece "plantada" en el cielo, donde cobra su firmeza y seguridad (cfr. Sal 89,3). Como en castellano, la palabra hebrea "acabado" contiene una sugerente ambivalencia. Es lo llevado a cabo, perfecto, y es lo que se acaba. Perfil y forma son perfección desde dentro, límite desde fuera. Sólo el mandato de Dios se dilata inmensamente.
119,97 -104 El orante se siente satisfecho y se compara con otros: "enemigos, maestros y ancianos". El arte está en combinar meditación con observancia para adquirir un saber teórico y práctico. Se puede entreoír una polémica entre ley y sabiduría, rebajando la segunda a favor de la primera. "Amar" la ley; Dt 6,5 inculca amar al Señor. La comparación de la miel parece inspirada en Sal 19,11.
119,105-112 "El consejo es lámpara". dice Prov 6,23; el salmo contrasta la espiritualidad legal con la sapiencial. Oferta o voto "generoso" es algo de supererogación, por encima de lo requerido, o sea, que desborda la ley. Unido al "aceptar' de Dios pertenece al lenguaje cúltico. "Arriesgo la vida" es a la letra "mi alma en mi palma". El riesgo concuerda con la "grave aflicción" y las ''trampas'' del enemigo; la decisión generosa entraña un riesgo, del que se libra gracias a la ley. "Herencia": algo que se recibe, se posee, se lega.
119,113-120 Los "desgajados" parecen ser apóstatas; ¿o tribus íntegras separadas del tronco? Tribu se dice en hebreo "rama / ramo". Oponiendo "amor a odio", opone esos "desgajados" a la "ley". Dios mismo "sostiene" la vida: es su acción de conservar la existencia de cada ser. "Tasar" es operación comercial: Dios hace la evaluación de tales hombres y encuentra falsas sus tramas, como "escoria". "Erizarse los pelos" (cfr. Job 4,15), horripilarse no parece concordar con declaraciones precedentes de gozo y deleite; juntando ambos se expresa la polaridad de la vida espiritual.
119,121-128. "Ser fiador' pertenece al lenguaje comercial. Gente sin escrúpulos intenta aprovecharse del orante, el cual necesita alguien que salga fiador por él. Si el hombre debe ser cauto en dar fianza (Prov 6,1-5), Dios puede hacerlo sin peligro. Los "ojos se consumen" oteando, vigilando. El amo debe dar instrucciones al "siervo". "Senda engañosa": cfr. Prov 16,25.
119,129-136 "Admirables" o maravillosos, desbordan la comprensión del hombre, pero puede ponerlos en práctica. La Ley ilumina (Sal 19,9.12) y también Dios cuando muestra "su rostro radiante". No llora sus pecados, sino los ajenos: ¿es un llanto penitencial vicario?, ¿llora por celo de la ley, de compasión por los desgraciados? Los preceptos son como un aire que se "aspira" ansiosamente.
119,137-144. La letra tsade impone el tema de la justicia: justo es el Señor, el mandato, la justicia, los decretos. La palabra "acendrada", acrisolada recuerda el Sal 12, que comenta el tema. "Pequeño" puede tener sentido social, o metáfora de la pequeñez humana ante Dios.
119,145-152 La letra Q induce el "llamar" y la voz, y da a la estrofa carácter de súplica; en su esfera entra el verbo "adelantarse". Es llamativa la antítesis "cerca / lejos" (cfr. Sal 22). Los malvados están "cerca" del perseguido, "lejos" de la ley; pero también Dios está cerca.
119,153-160 Lo que Dios ha de ver es la aflicción del orante, pero también su amor a la ley: necesidad y mérito. Lo que el orante ve es la deslealtad de quienes no observan la ley. La "defensa de la causa" está inspirada en Sal 35,1; 43,1. La "salvación está lejos": lo contrario en Is 56,1. Re-capit-ulación es encabeza-miento o título que define el tema, o colofón que lo resume, o principio del que todo fluye. Lo refiere a la "palabra" de Dios.
119,161-168 La declaración del v. 164, tomada a la letra, inspiró prácticas de rezo: siete veces al día; superponiendo al ritmo biológico un ritmo espiritual, devocional. Frente a la palabra de Dios siente el orante temor y gozo, en una extraña polaridad. El "amor" es la fuente de la observancia. Una "paz" sin "tropiezos" es el premio de tal amor.
119,168-176 La última estrofa tiene algo de recapitulación, no mucho: clamor y súplica y alabanza. Pide a Dios: enseñanza, liberación, salvación, auxilio, vida; todo ello vinculado a la observancia de la ley. El último verso es inesperado. Trae el tema, ya tratado, del camino y evoca la conocida imagen pastoril. Ahora bien, después de tantas protestas de observancia y amor y celo y cumplimiento, ¿cómo es que se siente "oveja extraviada" que el Señor debe "buscar" y encaminar? Con un acto de súplica humilde concluye el orante su largo salmo y, al proseguir su camino, lo acompaña el recuerdo: "no olvido tus mandatos".
Conclusión. Al terminar fatigosamente los 176 versos del salmo, uno podría pensar que ha leído una síntesis de teología bíblica: nada de eso. Sería enorme la lista de cosas importantes que no han tenido cabida en el salmo, y no por falta de sitio. Recordemos algunas.
El título de Dios "santo", relativamente frecuente en el salterio; el templo o santuario con los sacrificios y el culto. Dios no aparece como rey y no hay rey humano. No se pronuncian el verbo crear ni su equivalente modelar (sólo hacer). La historia entera ha desaparecido: ni siquiera la salida de Egipto merece una mención. Un verbo tan frecuente como salir, sacar, no se pronuncia. La ley de Israel estaba firmemente anclada en la alianza y ligada a los relatos del Sinaí: el autor no se acuerda de ellos. Nada se escucha del cuidado debido a pobres y débiles.
Son temas tan corrientes, tan queridos y tratados, que su ausencia del salmo suena a exclusión deliberada del autor. Lo ha eliminado casi todo para quedarse a solas con su amada ley.
Trasposición cristiana.
Muchos títulos, símbolos o privilegios atribuidos en el judaísmo a la tora son atribuidos en el NT a Jesucristo: luz, agua de la roca, camino, etc. Por tanto, donde leemos ley o mandato podemos pensar en Jesús como Mesías. Como los relatos del Pentateuco son también tora, así y mucho más lo es la vida de Cristo. La lectura se facilita usando la clave del "camino". Jesús se lo apropia como norma de conducta y vía de acceso al Padre, al cual añade los de verdad y vida, también presentes en el salmo. Con su conducta y enseñanza nos enseña "el camino auténtico de la vida".

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