1Levanto
los ojos a ti
que habitas
en el cielo.
2Como los
ojos de los esclavos
pendientes de la mano de su amo.
como los ojos de la esclava
pendientes de la mano de su ama.
pendientes de la mano de su amo.
como los ojos de la esclava
pendientes de la mano de su ama.
así nuestros
ojos del Señor nuestro Dios
hasta que se apiade de nosotros.
3iPiedad, Señor, ten piedad!,
hasta que se apiade de nosotros.
3iPiedad, Señor, ten piedad!,
que estamos
hartos de desprecios.
4nos
sentimos hartos
del
sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.
del desprecio de los orgullosos.
123
Género y situación. Es una súplica que ha reducido a lo esencial el triángulo clásico. La
motivación combina la condición de Dios como amo y la situación del orante, a saber,
la humillación constante de los sometidos. Situación repetible y repetida, genérica.
Algunos han querido asignarle una situación histórica: los desterrados en
Babilonia. los judíos en tiempo de Nehemías: 2,19; 3,33.
Desprecio
y piedad. Tales
son las dos actitudes opuestas y correlativas y en ellas radica la riqueza
humana y teológica del salmo. Al hombre "satisfecho" de sí no le
basta ser alto, quiere ser "superior"; y desde su altura "desprecia"
a otros: léanse Prov 11,12; 14,21; 17,5; Eclo 11,4; 41.22. La humillación, sobre
todo si repetida o sistemática, puede doler más que una herida. Puede degradar
al hombre. El cual, no pudiendo aguantar más, levanta los ojos a Dios. De un salto
trasciende las minúsculas diferencias en que se complacen los hombres y se remonta
al trono que devuelve su auténtica dimensión a los mortales.
123,1
El gesto de los ojos es símbolo de una misteriosa ascensión espiritual, como el
cielo es símbolo de la trascendencia divina.
123,2
Los ojos ahora se fijan: el poeta se detiene, prolonga la expectación, difiere
el desenlace. El gesto de la mano no amenaza, quizá da órdenes, ciertamente
favores.
123,2c-3a
Un título clásico de Dios es El Piadoso.
123,3b-4
Los "satisfechos y altaneros" son un tipo humano: léase Eclo 4.1-3 Y
13.3 en su contexto de ricos y pobres.
Trasposición
cristiana.
Podemos recordar la satisfacción del fariseo,
que desprecia al publicano, el cual no se atreve a levantar los ojos: Lc 18,9-14.
Si lo esperamos todo de Dios como gracia y piedad, nos levantaremos sobre el
desprecio de los satisfechos y no nos sentiremos satisfechos de lo que es gracia
y no mérito.
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