viernes, 6 de abril de 2012

SALMO 104 (103)

(Eclo 43)

1Bendice, alma mía, al Señor:
Señor Dios mío, eres inmenso.

Te revistes de belleza y majestad,
2la luz te envuelve como un manto.
Despliegas los cielos como una tienda,
3tus altos salones techados sobre las aguas.
Las nubes te sirven de carroza
y te paseas en las alas del viento.
4Los vientos te sirven de mensajeros,
el fuego llameante, de ministro.

5Asentaste la tierra sobre su cimiento
y no vacilará nunca jamás.
6La cubriste con el vestido del océano;
y las aguas asaltaron las montañas.
7pero a tu bramido huyeron,
al fragor de tu trueno se precipitaron,
8mientras subían los montes y bajaban los valles,
cada cual al puesto asignado.
9Trazaste una frontera infranqueable,
para que no vuelvan a cubrir la tierra.
10De los manantiales sacas torrentes
que fluyen entre los montes;
11en ellos se abrevan los animales salvajes,
el asno salvaje apaga su sed.
12Junto a ellos habitan las aves del cielo
Desde las frondas envían su canción.
13Desde tus salones riegas las montañas,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda.
14Haces brotar hierba para el ganado
y forraje para las tareas del hombre:
15para que saque pan de los campos
y vino que le alegra el ánimo,
y aceite que da brillo a su rostro,
y alimento que lo fortalece.
16Se llenan de savia
los árboles del Señor,
los cedros del Líbano que él plantó.
17 Allí anidan los pájaros,
en su cima pone casa la cigüeña.
18Los riscos son para las cabras
y las peñas, madrigueras de tejones.
19Hiciste la luna con sus fases
y el sol que conoce su ocaso.
20Traes tinieblas y se hace de noche,
y rondan las fieras de la selva.
21Los cachorros rugen por su presa
reclamando a Dios su comida.
22Cuando brilla el sol, se recogen
para tumbarse en sus guaridas.
23EI hombre sale a sus faenas,
a su labranza hasta el atardecer.
24¡Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con maestría:
la tierra está llena de tus criaturas!

25Ahí está el mar: ancho y dilatado,
en él bullen sin número
animales pequeños y grandes;
26lo surcan las naves, y el Leviatán
que hiciste para jugar con él.

27Todos ellos aguardan
a que les eches comida a su tiempo;
28se la echas y la atrapan,
abres la mano y se sacian de bienes.
29Escondes el rostro y se espantan,
les retiras el aliento y perecen
y vuelven al polvo.
30Envías tu aliento y los recreas
y renuevas la faz de la tierra.

31¡Gloria al Señor por siempre
y goce el Señor con sus obras!
32Cuando mira la tierra, ella tiembla,
toca los montes, y echan humo.
33Cantaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.
34Que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor.

35Que se acaben los pecadores en la tierra,
que los malvados no existan más.
Bendice, alma mía, al Señor. Aleluya.

104 Género. Himno al Señor por la creación, no de la creación: las criaturas no son invitadas a alabar; ellas provocan la alabanza del hombre al Creador: véanse Sab13,5; Rom 1,20.
El hombre en la creación. a) El homo faber. La originalidad del salmo consiste en englobar al hombre armónicamente dentro de la naturaleza. Ocupa nada más los versos 14s y 23. Los animales disponen de ríos para beber (11) Y piden a Dios su comida (21). El hombre "sale a sus faenas hasta el atardecer", respetando el ritmo del tiempo, para sacar pan y vino y aceite. No lo encuentra hecho, tiene que interponer su trabajo artesano. Lo arti-ficial es lo natural del hombre.
Su trabajo es sereno y productivo: no es el Adán de Gn 3. En consecuencia, también el homo faber revela a Dios.
b) El hombre navegante. Es curioso el interés del poeta por el elemento acuático (3.6.7.9.10-11.13). Hay otras aguas que no son el océano hostil, sino un mar tranquilo, comedido. Ese mar ofrece su espalda a las naves que el hombre construye. Y el hombre deja su elemento y se confía y domina el elemento extraño: el mar donde no se siembra ni se edifica.
c) El hombre contemplador. Fuera del poema hay un hombre que se sienta a mirar cómo los otros se afanan, trabajan y descansan. Contemplar es más que observar, es penetrar a través de superficies traslúcidas. Contemplando se equilibra el afán fabril. El poeta es contemplador activo, artesano: su tarea es transformar en palabra poética su experiencia contemplativa para hacerla comunicable, participable. Su producto, el poema, alimenta el espíritu no menos que pan y vino el cuerpo; además, el poema no se consume, permanece: léase Eclo 42,25; 43,31; 39,14.
Dios y el poeta. El Creador de Gn 1 es soberano que da órdenes, es artesano que hace, contempla su obra y le agrada. La obra bella, bien hecha es paga del artesano. Pues bien, el poeta espera que a Dios le agrade también su obra poética (33s), que es su ofrenda; así podrá participar en el gozo de Dios (34).
Composición, o mejor, desarrollo. Después del brevísimo invitatorio, canta a Dios en el cielo (1-9); siguen nueve versos dedicados a la tierra, alternando el mundo salvaje (10-12) con el domesticado (13-15) y otra vez el salvaje (16-18); describe después el ritmo de día y noche con sus correspondientes actividades (19-23); se cierra con una exclamación que podría ser el final del poema, en inclusión (24). En ese punto es como si el poeta se hubiera olvidado de algo o no quisiera terminar. Empieza con una visión marina (15-16); el "ellos" del v. 27 son las "criaturas" del v. 24, mientras que 27-28 empalman con el v. 21; 29-30 contemplan el ritmo misterioso de la vida y la muerte; el v. 31 podría ser la conclusión, que se alarga en el v. 32; 33-34 son la dedicatoria. Y antes de volver al invitatorio suena una imprecación inesperada (35).
104,1 b-9 El Dios creador de Gn está fuera de su creación. El del presente salmo está presente en ella como soberano. Se presenta con vestiduras regias, se ha construido un palacio en las alturas. Cuando sale a recorrer sus dominios, dispone de una carroza de nubes o de cabalgaduras aladas de vientos. Despacha a sus servidores con mensajes y encargos. Cimienta sólidamente la tierra. Y si allá abajo, una de sus criaturas se rebela e intenta asaltar a otra, el océano a la tierra, con un bufido la reprime, e impone su orden distribuyendo zonas y trazando fronteras. No hay otros dioses en su corte; no hay batalla dramática.
104,1 b-2a Como en Gn 1, la primera criatura mencionada es la luz; pero ¡qué diversa es la función! Aquí es un manto que revela la majestad.
104,2b-3a Corresponde a la segunda criatura de Gn 2. Pero, en vez de "firmamento" o bóveda, aparece un pabellón con salones superiores, por encima de las agua celestes.
104,3b-4 Serie de meteoros: nubes y vientos pacíficos (Is 19,1; Sal 18,11). Vientos móviles y veloces sirven de recaderos (Sal 148,8; Eclo 39,28); el fuego son los rayos y relámpagos.
104,5-6 El tercer día de Gn 1 se emplea en separar la tierra firme del mar. Lo mismo aquí. El formidable fehom queda reducido a vestidura: la tierra se viste de océano. Algunos interpretan 6b: "las aguas estaban sobre las montañas"; pero no es ése el significado normal del verbo, y además, el reproche que sigue presupone una conducta reprochable. Pero no excluyo una alusión al diluvio (9).
104,7 Encontramos pintoresco el "bufido" divino, pero es expresión corriente: léase una excelente ilustración en Is 17,12s.
104,8 Lo tomo como descripción poética de lo que nosotros llamamos movimientos geológicos: compárese con Sal 65,7. Otros piensan que el sujeto son las aguas que suben y bajan.
104,9 A los hebreos les ha fascinado la misteriosa, blanda y segura, frontera de tierra y mar, y los poetas han expresado su estupor de formas diversas; un buen ejemplo es Job 38,10s.
104,10-12 Estos tres versos son en el AT lo más cercano a un intento de paisaje literario, en pinceladas sin desarrollar. El paisaje está animado y regido por el agua: el poeta la ve brotar en manantiales, fluir entre montañas, atraer animales sedientos, regar árboles donde anidan y cantan pájaros.
104,13-15 Cuatro versos se ocupan de la tierra fértil por sí o cultivada. La acción de Dios es sustentadora y activadora de la actividad de sus criaturas. Según Gn 1, el tercer día creó Dios plantas de semilla y árboles frutales. La actividad del labrador se inserta en este contexto.
104,13 "Tareas": si se toma el sustantivo hebreo como abstracto por concreto, significa las bestias de labor: véase Prov 14,4.
104,14-15 Escoge tres productos básicos, que no faltan en las listas de productos esenciales: Eclo 38,26.
104,16-18 Volvemos a la zona silvestre y montaraz. A los corpulentos árboles que el hombre no ha plantado ni cultivado: también de ellos se ocupa el Señor. El Líbano con sus cedros representa una región no habitable, difícilmente accesible y codiciada desde la antigüedad; pero no despoblada de aves y animales salvajes.
104,19-20 En una división tripartita de cielo, tierra y mar, éste sería el puesto oportuno para el tercero. El poeta prefiere pasar a otra categoría, ligada a la creación del cuarto día: el sol y la luna, que marcan el ritmo del día y la noche y el ciclo de meses y estaciones.
104,20-21 La creación de animales en Gn 1 está repartida entre el quinto y sexto día. El salmo los reparte en zonas: celestes, acuáticos, terrestres. El rugido del león es interpretado pacíficamente, como petición dirigida al Creador. Dios "trae las tinieblas": las controla, ya no son caóticas.
104,22 Como los animales tienen sus puestos asignados (17s), así tienen las fieras sus tiempos definidos, diversos de los humanos.
104,23 Recoge las últimas palabras del v. 14. El trabajo humano, del labrador, es diurno: cfr. Sal 127,2; para trabajos nocturnos véase Eclo 38,27.
104,24 Las "obras" incluyen toda la variada actividad divina. "Maestría" es el saber hacer, la sabiduría del artesano. "La tierra está llena": Is 45,18. El salmo no habla del desierto inhabitado.
104,25-26. Del mar retiene el poeta tres aspectos: primero, la inmensidad (Is 11,9; Eclo 43,24); segundo, los animales innumerables: Gn 1 habla de "pulular, bullir"; tercero, la navegación. El último modo de mirar el mar es más fenicio que egipcio y muy poco hebreo. Un cuarto dato nos llega como propina sugestiva. Si leemos "para que juegue en él (el mar)", el Leviatán resulta ser un delfín juguetón. Si leemos "para jugar (Dios) con él", tenemos un Dios deportista, que juega con una de sus terroríficas criaturas: léase Job 40,29.
104,27-28 Todos los animales dependen directamente de Dios para el sustento cotidiano. El poeta no se fija en los feroces animales de presa.
104,29-30 El poeta está contemplando el maravilloso y misterioso continuar de las especias bajo el control divino. Según Gn 1, Dios creó "según especies", no todos los individuos. Unos mueren, otros de la especie nacen, y así continua el ciclo de la vida. Dios controla el "aliento" de vida (Job 12,10): si lo retira, los seres vivos expiran (Job 34, 14s); si lo comunica a otros, "son creados". Es aliento de Dios y de ellos (Job 27,3).
104,31 Suena como nueva conclusión: gloria reconocida y tributada al Señor.
104,32 Describe la reacción del mundo inanimado a la teofanía: temblor de tierra, humear de volcanes. ¿Por qué este verso aquí? Quizá para no olvidar el aspecto "tremendo" de la majestad divina. Un respeto reverencial debe acompañar la contemplación extasiada.
104,33-34 Dedicatoria. El poeta, contento de su obra, espera que el Señor la acepte con agrado. Ese será su máximo gozo: la aceptación divina más que el acierto poético.
104,35 Verso inesperado. Algo turba la armonía y belleza de la creación: los pecadores, los malvados. Si se pudieran desterrar de esta tierra maravillosa ...

Trasposición cristiana.

 Podemos leer o cantar este salmo a la luz de Jesucristo glorificado. Como maestros tomaremos a los místicos, a San Juan de la Cruz.

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