1 Al salir
Israel de Egipto,
Jacob de
un pueblo balbuciente,
2fue Judá su santuario,
2fue Judá su santuario,
Israel fue
su dominio.
3El mar
al verlos huyó
y el Jordán
retrocedió.
4Los montes
saltaron como carneros,
las colinas como corderos.
las colinas como corderos.
5-¿Qué te
pasa, mar, que huyes,
a ti, Jordán, que retrocedes?
a ti, Jordán, que retrocedes?
6¿A
vosotros, montes, que saltáis como carneros,
colinas, que saltáis como corderos?
colinas, que saltáis como corderos?
7En presencia
de su Dueño se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob,
en presencia del Dios de Jacob,
8que transforma
la roca en estanques,
el pedernal en manantiales.
el pedernal en manantiales.
114
Género. Himno a Dios por la liberación
de Egipto; pero sin respetar el molde del género.
El Dios
transformador. La salida de Egipto es el momento fundacional de Israel y
artículo fundamental de su fe. La liberación se articula en dos momentos decisivos:
la salida y la entrada. La cuentan con acento épico textos narrativos, especialmente
Ex; el salmista transforma épica en lírica, abarcando y concentrando. Lo que
más le impresiona es el dinamismo de los sucesos. No se entretiene con las
plagas, empieza de golpe en la salida; no sigue los meandros del pueblo por el desierto,
se planta de un salto en la entrada. Al salir, el pueblo se transforma y
contagia a seres de la naturaleza. El poeta los apostrofa y descubre que una
potencia misteriosa ha
desencadenado el colosal dinamismo: el Dios transformador (cfr. Sab 19, 18-22).
114,1
El poema comienza sin introducción, con subordinadas. La "lengua extraña"
es maldición porque impide comunicarse: Is 28,11; 33,19.
114,2
El Señor se esconde en dos posesivos. Judá e Israel son las dos partes del pueblo;
para el poeta ya existentes desde la salida, unidad indivisible. Los dos predicados
se aplican a los dos sujetos. Por el desierto una tienda móvil hacía de santuario.
En el salmo es la comunidad el santuario móvil: ellos transportan la presencia
grandiosa del Señor: la naturaleza lo siente y se resiente.
114,3 No
hay Faraón ni ejército: el enemigo es el mar hostil, que se da a la fuga, sin resonancias
mitológicas. El Jordán, que no es agresivo, sino defensivo, da media vuelta y fluye
cauce arriba.
114,4 El
apunte de Ex 19,18 se transforma poéticamente. Lo desmesurado se vuelve doméstico,
entre festivo y asustadizo.
114,5-6
Los movimientos insólitos provocan el estupor calculado del poeta, que se expresa
en los apóstrofes y las preguntas.
114,7 El
poeta mismo responde y explica: ríos y montañas se han estremecido al sentir la
presencia próxima de su amo, el Dios de Jacob.
114,8
Roca y pedernal, lo más seco y árido, se transforman en fuente de vida, para beber
y para cultivar. El final es comienzo.
Trasposición
cristiana.
Aplicamos
el salmo a la nueva pascua, la nueva liberación. Con la secuencia de
Pentecostés invocamos al Espíritu Santo como gran transformador del espíritu
humano.
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