1Señor,
mi corazón no es ambicioso
ni mis ojos altaneros;
ni mis ojos altaneros;
no
persigo grandezas
ni
maravillas que me superan.
2Juro que allano
2Juro que allano
y
aquieto mi deseo.
Como un
niño en brazos de su madre
como un niño sostengo mi deseo.
como un niño sostengo mi deseo.
3¡Espere
Israel en el Señor,
ahora y por siempre!
ahora y por siempre!
131
Género y
situación. Oración
de confianza individual que se abre a la comunidad. Uno de los más breves e
intimistas de salterio. La intimidad ha abolido circunstancias externas, ha
fijado un momento perdurable. El orante se desdobla: mira hacia dentro y comunica
al Señor lo que descubre. Se ha mirado con tal lucidez y honestidad, que se atreve
a jurar ante Dios.
La
comparación del niño y la madre o el padre se establece entre el deseo o aspiraciones
y el yo maduro. Es comparación psicológica, no teológica. El deseo puede ser como
un niño necesitado, caprichoso, débil y exigente, inquieto y sin juicio. Toca a
la madre acogerlo con dominio blando, con decisión cariñosa. Toca al varón
dominar y serenar su deseo, con juicio y comprensión. En un segundo momento se
puede trasladar la comparación a la relación del hombre con
Dios.
Dios.
131,1 A
manera de comentario pueden leerse textos sapienciales: Prov 16,18s; 30,13;
Eclo 10,6-18; de los profetas Is 2,9-19. "Me superan": Job 42,3.
131,2
Mt 18,1-5 par.
131,3
Al aplicar la enseñanza a Israel, la experiencia individual se hace comunitaria
y propone cuestiones graves. ¿Es la humildad virtud del individuo y no de la
comunidad? ¿Es compatible el orgullo nacional con la confianza en Dios?
Trasposición
cristiana.
Un
texto clásico sobre el hacerse niños se lee en Mt 18,3-5par. La humildad
condición para recibir la revelación: Lc 10,21 s. Hay que repetir la pregunta
final, dirigida a la Iglesia.
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