domingo, 18 de marzo de 2012

SALMO 74 (73)

(Sal 76; Lam 2; Eclo 36,1-22)

I ¿Por qué, oh Dios, nos tienes abandonados
y humea tu cólera contra las ovejas de tu rebaño?
2Acuérdate de la comunidad que fundaste antaño,
que rescataste como tribu de tu propiedad
del Monte Sión donde habitabas.
3Dirige tus pasos a estas ruinas perpetuas,
a todo el destrozo del enemigo en el santuario.  

4Rugían los agresores en medio de tu asamblea,
plantaron como señal sus estandartes.
5Apareció como quien se abre paso a hachazos
hacia arriba en la espesura;
6arrancaron todos los relieves,
los trituraron con martillos y mazas;
7prendieron fuego a tu santuario,
profanaron por tierra la morada de tu nombre.
8Proponían: iA todo su linaje, quemadlo,
a todas las asambleas de Dios en el país!
9Ya no vemos nuestros signos
ni tenemos un profeta
ni nos queda quien sepa hasta cuándo.
10¿Hasta cuándo, oh Dios, afrentará el enemigo,
despreciará el adversario sin cesar tu nombre?
11 ¿Por qué retraes tu mano izquierda
y tienes la diestra escondida en el seno?

 12Si eres, oh Dios, mi rey desde antiguo
y ganaste victorias en medio de la tierra.
13Tú con tu fuerza agitaste el Mar,
quebraste las cabezas de dragones en las aguas.
14Tú aplastaste las cabezas de Leviatán,
la echaste en pasto a manadas de sátiros.
15Tú alumbraste manantiales y torrentes,
tú secaste ríos inagotables.
16Tuyo es el día, tuya la noche,
tú colocaste la luna y el sol.
17Tú trazaste los linderos del orbe,
tú formaste el verano y el invierno.

 18Recuerda, Señor, que el enemigo te ultraja
y un pueblo insensato desprecia tu nombre.
19No entregues al buitre la vida de tu tórtola,
no olvides para siempre la vida de tus pobres.
20Fíjate en la alianza: que están llenos
los escondrijos del país de reductos de violencia.
21Que el oprimido no salga defraudado,
que pobres y afligidos puedan alabar tu nombre.  

22¡ Levántate, Dios, defiende tu causa!
recuerda los ultrajes continuos del insensato,
23no olvides las voces de los agresores,
el tumulto creciente de los rebeldes contra ti.  

74. Es una súplica colectiva en una desgracia nacional. Hace compañía al 46 y al 79. El 46 protesta la inocencia, el presente no menciona un pecado, el 79 confiesa el pecado. La desgracia descrita se centra en la destrucción del templo: tiene que ser la del año 587/586. Tiene muchos contactos con las Lamentaciones; tanto, que una lectura completa de dicho texto es la mejor introducción para comprender el presente salmo. Con vigor describe la violencia destructora del enemigo y apela al honor de Dios ultrajado y a sus precedentes proezas.
La composición procede por bloques desigualmente definidos. Es fácil seguir el movimiento del salmo. Comienza apasionadamente, interpelando a Dios, como si explotara una impaciencia reprimida (1-3). Sigue la descripción del ensañamiento enemigo (4-9). Tras nuevas preguntas urgentes (10-11) viene un breve himno heroico, marcado por las anáforas (13-17). Finalmente la comunidad interpela a Dios con siete imperativos (18-23). El estilo es vigoroso: pide una declamación vibrante.

Más importante es el sistema de relaciones: ira de Dios - furia del enemigo - agitación del caos. El telón se levanta sobre la ira de Dios: el que sin ira estableció el orden cósmico, ahora con ira, y no por impotencia, atiza o tolera la catástrofe de los suyos. El ejército invasor se contagia de reflejos míticos: es como un nuevo Dragón o Leviatán desatado, es mar que inunda la tierra firme, noche que oscurece el día. Correlativamente, la destrucción del templo se inserta en un
gigantesco contexto cósmico; la destrucción del templo es como renegar del orden primordial.
74,1-2 Establecen la tonalidad de la pieza. La pregunta es mezcla de estupor y reproche. Estupor por la nueva imagen del Señor, que no concuerda con la antigua. Reproche porque no es justo deshacer lo hecho, rechazar lo elegido, repudiar lo rescatado, consagrar una morada y dejarla profanar.

74,1 El incendio de la "cólera humea": Is 65.5.
74,2 "Fundar" o adquirir: Ex 15,16; Dt 32,6.

74,3-9 El Señor, como un soberano distraído u olvidadizo, es invitado a inspeccionar personalmente el templo en ruinas: no son recientes, ahí están hace tiempo, y el dueño sin darse por enterado. El orante se ofrece de guía y, con las ruinas a la vista, le cuenta o describe a Dios lo que pasó. El guía se atreve incluso a leer los pensamientos de los devastadores.

74,4 En plena ceremonia litúrgica resuena el "rugido" del enemigo, como de una fiera que aterroriza a los presentes. Plantan sus "estandartes" como señales de victoria.
74,5-6 El texto es muy difícil. Es la escena de una soldadesca ebria de venganza y destrucción. Yo lo imagino así: se abren camino a hachazos por el magnífico templo como si fuera por la fraga o la breña. Otros imaginan un entramado artificioso y decorativo, en el cual se ensañan.

74,7 Todo acaba con el incendio. El edificio sagrado queda profanado. Como fondo habría que recordar los trabajos de construcción del templo, 1 Re 7; véanse también Lam 3,11; Is 64,10.
74,8 No se sacia el enemigo: hay que aniquilar al pueblo y todos sus lugares de culto.

74,9 Terminada la descripción, el guía hace balance de la situación actual. El pueblo está desorientado porque faltan todos los puntos de referencia (cfr. 1 Sm 28,6). No explica qué es lo que no comprenden: el significado de lo sucedido o la duración prevista de la situación actual; o bien, está durando tanto que se preguntan si el rechazo será definitivo: Lam 5,22; Sal 77,9. "No hay profetas": hay que armonizar la frase con la actividad de Jeremías en Judá y de Ezequiel en Babilonia.
74,10-11 El asunto pasa de la comunidad directamente a Dios. Ahora es asunto personal de Dios y a él toca defenderse: como ilustración léase Jue 6; aducen el mismo argumento Sal 79,12; 89,52. "En el seno", es decir, en el pliegue del manto que sirve de bolsillo.

74,12-17 A manera de contraste evoca la acción creadora de Dios, con lenguaje mítico. Algunos datos se pueblan de resonancias históricas. Después de colosales batallas (13-15), Dios establece el orden cósmico (16-17) Por encima de todo, antes que todo, "Dios es rey desde antiguo". Siete veces repite el pronombre Tú.
74,12 "Mi rey": el título es ambiguo. Por el contexto hay que pensar que ya era rey antes de ser "rey mío"; cabe cambiar las funciones sintácticas o añadir al principio un Tú. "La tierra" es ambivalente: por el contexto es la tierra cósmica, aunque sin excluir la tierra habitación del hombre.

74,13-14 "Agitaste": o "aquietaste", significado dudoso; compárese con Job 26,12; Ag 2,6. "Cabezas": si los dragones son muchos, el Leviatán es único y policéfalo, Para colmo de ignominia, sus cabezas sirven de pasto a otras fieras: Ez 32,4. "Manadas de sátiras": traducción puramente conjetural.
74,15 Fuentes y torrentes brotan del océano subterráneo de agua dulce sobre el cual se asienta la tierra firme. Alumbrarlo puede ser acción creadora. Los ríos perennes, ancestral es, se oponen a los torrentes ocasionales. Aquí se insertan los recuerdos del éxodo: Ex 17,1-7; Sal 107,33.35.

74,16-17 Véase la restauración después del diluvio, Gn 8,22. ¿Sospecha el autor que la destrucción del templo es como un nuevo diluvio limitado en el espacio? "Linderos del orbe" pueden ser los que confinan con el gran océano exterior, o los confines asignados a cada pueblo, según Dt 32,8.

74,18-23 Conviene notar la repetición funcional de "nombre" en 7b.1 0.18b Y 21 b. Al enemigo levantisco y necio (18) se contrapone el afligido (21), "tu tórtola" (19): ¿de qué parte se ha de poner Dios? Como juez, tiene que levantarse (22) y defender su causa (22), que es el honor de su nombre (18) y la vida de los suyos (19).
74,18 Sobre el pueblo "necio" véanse Sal 14 y Dt 32,27-29.

74,19 "Tórtola": expresión cariñosa, semejante a "paloma" en el Cantar.
74,20 La "alianza" sigue en vigor; el texto no ha perecido en el incendio del templo. El segundo hemistiquio es dudoso; procuro mantener el texto hebreo.

74,22 De ordinario se somete al juez una causa ajena: Sal 35, 1; 43,1; 119,154. Aquí se trata de la propia causa.
74,23 El salmo termina con el estruendo creciente y hostil, un fragor que parece cubrir las voces suplicantes y que Dios no puede desoír.

Trasposición cristiana.

La clave de trasposición consiste en tomar el templo como símbolo de la Iglesia, perseguida a través de los siglos. A través de ella se persigue la causa del Señor glorificado. A veces el pueblo cristiano no descubre las señales de la presencia de Dios, no oye la voz unívoca de un profeta acreditado. La respuesta permanente es el templo del cuerpo, muerto y resucitado.

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