domingo, 4 de marzo de 2012

SALMO 73 (72)

1¡Qué bueno es Dios para el honrado,
Dios para los limpios de corazón!

2Pero yo, por poco tropiezan mis pies,
casi resbalaron mis pisadas,
3porque envidiaba a los perversos
viendo prosperar a los malvados.


4Para ellos no hay sinsabores,
su vientre está sano y rollizo;
5no pasan las fatigas humanas
ni sufren como los demás.
6Por eso su collar es el orgullo

y se visten un traje de violencia.
7Sus ojos asoman entre las carnes

y les pasan fantasías por la mente.
8Insultan y hablan con malicia

y desde lo alto amenazan con la opresión.
9Su boca se atreve con el cielo

y su lengua se pasea por la tierra.
10Por eso los siguen sus secuaces
y se abrevan de ellos copiosamente.
11Ellos dicen: ¿Lo va a saber Dios,
se va a enterar el Altísimo?


12Así son los malvados:
siempre seguros acumulan riquezas.

13Entonces, ¿para qué purifico mi conciencia
y me lavo las manos como inocente?
14¿Para qué aguanto yo todo el día

y me corrijo cada mañana?
15Si yo dijera que voy a declarar como ellos,
renegaría de la estirpe de tus hijos.


16Meditaba yo para entenderlo,
pero me resultaba muy difícil,
17hasta que entré en el misterio de Dios

y comprendí el destino de ellos.

18Es verdad: los pones en el resbaladero,
los precipitas en la ruina;
19en un momento causan horror
y acaban consumidos de espantos:
20como un sueño al despertar, Señor,
como imágenes

que se desprecian al levantarse.

21Cuando mi corazón se agriaba
y me punzaban los riñones,
22yo era un necio y un ignorante,
era un animal ante ti.


23Pero yo siempre estaré contigo:
agarras mi mano diestra,

24me guías según tus planes
y me llevas a un destino glorioso.
25¿A quién tengo yo en el cielo?
Contigo ¿qué me importa la tierra?
26Aunque se consuman mi carne y mi mente,
Dios es la roca de mi mente, mi lote perpetuo.


27Sí, los que se alejan de ti se pierden,
destruyes a los que te son infieles.
28Para mí lo bueno es estar junto a Dios,
hacer del Señor mi refugio

y contar todas tus acciones.

73 Es difícil catalogar este salmo y poco importa. Voy a tomarlo como meditación sapiencial. Es de estirpe sapiencial el problema que se debate, la retribución de buenos y malos, tiene contactos con páginas de Job y Eclesiastés, sapiencial es el vocabulario conductor y también el procedimiento de la etopeya o descripción de tipos.
Pero no es un debate intelectual. El problema está intensamente personalizado. Más que tema de reflexión es experiencia dolorosa, peligrosa, acuciante. Seis veces suena la palabra leb = mente, en sugestivas combinaciones. El orante expresa la interioridad en términos corporales, englobando miradas y acciones, pasiones y fantasías, sintiendo la radical unidad del hombre. La etopeya entra en el poema vista por el orante.

Como pieza de introspección el salmo es superlativo: ese "agriarse", las "punzadas" internas, la autoacusación matutina, las condicionales potenciales o irreales en que aflora el diálogo interior. El orante se toma así como objeto de observación y busca y crea un lenguaje para expresar la misteriosa intimidad.

Pero no es sapiencial la respuesta al problema. La reflexión fracasa, y era necesario el fracaso para que el orante se abriera a una visión nueva, no conquistada, sino regalada. Cuando el hombre se declara vencido, Dios le abre los ojos ... o sus puertas. Dios se comunica al orante; él no se comunica en el mismo grado al lector; pero lo invita a repetir la experiencia.

Unos términos del salmo conjugados plantean otra cuestión: "siempre, gloria, final, arrebatar" ¿proyectan la solución a otra vida feliz? Creo que el orante vive todavía en el horizonte intramundano del AT; pero, por la intensidad de su experiencia espiritual, abre una brecha en él. Lo que él vislumbra, lecturas sucesivas lo irán haciendo descubrimiento, convicción.

Es posible esquematizar la composición, con tal de saltarse, o subrayar, irregularidades significativas. La partícula 'ak y el pronombre enfático yo son indicios útiles. Así pues propongo: vida dichosa de los malos, dominan "ellos" (2-12), vida desgraciada del orante, domina el yo (13-16), destino desgraciado de los malos, domina Dios (17-22), destino dichoso del orante, unión de Dios y yo (23-26), conclusión (27-28).

73,1 Con la mayoría acepto la leve corrección gráfica que restablece el paralelismo. "Israel" sería una lectura posterior, nacionalista. Es un aforismo tradicional, pronunciado en tono ponderativo, que se toma como tema de meditación. Al punto va a surgir la objeción.

73,2-12 Porque su experiencia personal dice lo contrario y le hace vacilar. ¿Será una tentación que hay que rechazar para reafirmar el aforismo inicial? El orante hace lo contrario: moviliza la fantasía para que proyecte en su mente imágenes de malos dichosos.  La imaginación se complace en contemplar escenas que contradicen la doctrina recibida (cfr. Job 21).
La descripción escoge detalles significativos: visuales, como el cuerpo (o panza) rollizo, los ojos asomando apenas desde una cueva adiposa, el cuello del que cuelga la soberbia. Escucha sus palabras lanzadas desdeñosamente desde la arrogancia. Los retrata en medio del universo, aplicando su boca blasfema al cielo y barriendo la tierra con la lengua. Penetra en su interior, por donde pasan fantasías y se niega un Dios que retribuya. Forman una clase privilegiada, por encima de la suerte
común de los mortales, y arrastran una turba de admiradores y seguidores embelesados. La descripción es magistral y está toda al servicio de la oración como pieza dialéctica.


73,3 Recuérdese el consejo de Prov 24,1.

73,4 Por la escritura del hebreo, los antiguos leyeron aquí una referencia a la muerte.

73,6 Una cualidad abstracta se presenta como prenda de vestir: cfr. Is 11,5.

73,7 Mantengo la lectura hebrea, que dice "ojos"; gordura y aun obesidad como signo de bienestar: Job 15,27; Dt 32,15; Jr 46,21. Los antiguos leyeron "crímenes".

73,8 "Desde arriba" por la posición social.

73,9 Se constituyen en centro del universo, al menos con la lengua (cfr. Sal 12).

73,10 El texto de este verso es muy difícil. Los antiguos leyeron una referencia al "pueblo", que "retorna" del destierro y alcanza "larga vida". No hace sentido en el contexto. Interpreto "su pueblo", su gente, los suyos; "abrevarse" o sorberse, como metáfora que expresa la avidez con que los escuchan.

73,11 Tema frecuente: Is 29,15; Ez 8,12; Eclo 23,18 etc.

73,12 Balance de la descripción. Las riquezas podían considerarse como bendición celeste.

73,13-17 Lo peor de todo es que, mientras los malos lo pasan bien, el bueno sufre (14), se examina críticamente (12.14), se restriega manos y corazón (13) Casi da un mal paso, que consistiría en pasarse al otro bando traicionando al propio grupo. Lo que lo sostiene en la tentación es la lealtad a su grupo, a través del cual Dios se le acerca como Padre común (15). Por primera vez en el salmo se dirige a Dios en segunda persona.

73,13 Purificación interior y exterior: Is 1,16; Prov 20,9.

73,14 La mañana es el tiempo preferente del juicio.

73,15 Asoma el monólogo interior en forma potencial.

73,16-17 Versos capitales para comprender, para asomarse al proceso de la oración. La tentación sigue en pie amenazando y él sigue dando vueltas al problema, sin resultado. El "misterio" o los santuarios, referidos alo recóndito: compárese con Sab 2,22. Desde el puesto de Dios se le abre una perspectiva hacia el futuro. Desde la altura el espacio se achica, el tiempo se encoge. Después compara la visión de un horizonte lejano con sus cavilaciones a ras de tierra.

73,18-19 Todo el largo itinerario de los malos es resbalar, precipitarse, acabar; con su acompañamiento de "terrores y espantos".

73,20 La vida es sueño: la de los malos, precisa el orante.

73,21-22 Hallada la solución de la primera parte del problema, el orante reflexiona retrospectivamente sobre su reflexión. A la nueva luz, ¿qué significa la fatiga precedente? Lo dice con dos imágenes eficaces, del gusto y del tacto. La reflexión humana, comparada con la contemplación iluminada por Dios es como el animal comparado con el hombre (Prov 30,2). Como si la revelación confiriera al hombre una nueva racionalidad.

73,23-26 Cuarta parte. En el proceso o el momento de la contemplación el orante ha descubierto algo más importante que la respuesta a un problema. Lo de menos es que el otro nos haya enseñado, lo demás es sentir cerca al Otro.

73,23-24 La cercanía se desdobla en tres acciones. "Me agarras" es rara con Dios por sujeto (Sal 77,5; Job 16,12). "Me guías" es frecuente en el salterio (23,3; 31,4; 61,3 etc.) "Me arrebatas" es el verbo de Henoc, Elías y de Sal 49,16. Los tres forman una especie de éxodo liberador terminado en Dios.

73,25 Verso culminante en el salterio y en el AT, que debe ir con Gn 32 y 1 Re 19. Toda la serie de bienes que ha visto disfrutar a los malos y que ha llegado a envidiar pierden su valor comparados con poseer a Dios. La tierra es el don fundamental en la teología de la liberación: ahora la tierra no importa. El encuentro personal desborda y anula todo lo demás.

73,26 Como Dios se ha ofrecido en su pura persona, aboliendo lo demás, así el orante penetra en lo íntimo de su ser personal, aun aboliendo carne y mente. La carne
oronda de los malos tenía sus bienes, su mente estaba poblada de fantasías; queda algo más íntimo que carne y mente, capaz de poseer a Dios. La "porción" o lote era la participación de la familia en el reparto de la tierra. "Perpetuo": ¿qué alcance tiene el adjetivo? El orante está ahora trascendido y centrado en Dios, trasciende cielo y tierra, y es Dios quien define la dimensión del "perpetuo".


73,27-28. Forman un balance final más sosegado: 27 responde a 18-20, 28 responde a 24-26: la suerte de los malos y su experiencia personal.

Trasposición cristiana.

Nos ofrece una pista Pablo en Flp 3,7-9. La esperanza segura de la resurrección abre al cristiano un nuevo horizonte; ahora bien, no por ello debe desentenderse de los problemas que esta vida nos plantea, antes debe llevarlos con valentía y sinceridad a la oración.

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