sábado, 14 de enero de 2012

SALMO 63 (62)

2Oh Dios, eres mi Dios, por ti madrugo:
mi garganta tiene sed de ti,
 mi carne desfallece por ti,
en un páramo reseco, sin agua. 
 

3Así te contemplé en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria.
4Pues vale más tu lealtad que la vida,
te elogiarán mis labios;
5Así te bendeciré mientras viva,
alzando las manos en tu nombre.
6Como de enjundia y de manteca
se saciará mi garganta,
y con labios jubilosos
      te alabará mi boca.  

7Si en el lecho me acuerdo de ti,
velando medito en ti:
8que fuiste mi auxilio
y exulto a la sombra de tus alas.
9Mi aliento se pega a ti
y tu diestra me sostiene.
10Los que buscan mi perdición
entrarán en lo profundo de la tierra,
11serán entregados a la espada
y echados como pasto a las raposas.
12Pero el rey celebrará a Dios,
se gloriarán los que juran por él,
cuando tapen la boca a los mentirosos.

 EXPLICACIÓN.

 63 Oración de confianza que hace compañía a los salmos 4,16 Y 62. El final (10-12), coloca la oración en una situación de peligro.
Pero el lugar es el templo donde el orante vive la intimidad con Dios. 
 

No conviene llamar a esa intimidad "espiritual", por la densidad corpórea de la plegaria; una corporeidad que es toda real y simbólica. Madrugar, tener sed y desfallecer,
saciarse, estar a la sombra de, estar en el lecho, contemplar, hablar con la boca, levantar las manos, pegarse a uno, sentir el contacto de una mano. Ver, gustar, tocar, aclamar: es curiosa la ausencia de escuchar.

Los sentidos funcionan en sentido propio, pero trascendiendo simbólicamente lo puramente sensible. Los ojos ven el templo, y en él contemplan la gloria de Dios; la garganta tiene sed ... de Dios; la carne desfallece ... por Dios; toca una diestra ... la de Dios; se pega tras él en cercanía inmediata. Toda la persona está comprometida en la experiencia espiritual. Podemos hablar de un precursor de la "aplicación de sentidos".  

El poema se desarrolla en tres tiempos: mañana, día y noche. Muy de mañana se despierta en un páramo, con la garganta reseca, con sed de Dios. El día es tiempo de contemplación y del banquete. Por la noche, en el lecho, afloran los recuerdos: de ti, de Dios. Los tres últimos versos ¿son apéndice prescindible o son clave de comprensión? En el segundo caso tendríamos que pensar en el rey perseguido y en peligro, que habla en primera y en tercera persona; o bien en un sacerdote o privado, perseguido a muerte. Ambos buscan asilo en el templo y allí se les comunica la intimidad de Dios.

 63,1 Sal 119,148; Is 26,9; Sal 143,6. 63,2 La palabra nepesh es bivalente. Contrapuesta a "carne" designa la conciencia; unida a sed, apunta a la garganta. "En un páramo": algunos manuscritos han leído "como".

63,3 Sobre la contemplación de la gloria: Ex 24,11; 33,18.

63,4 La amistad de Dios vale más que la vida humana, da sentido a esa vida.

 63,6 La "enjundia" puede referirse al banquete sacrificial: véanse Sal 36,9; Is 55,2; Jr 31,14.

63,8 La "sombra de tus alas" equivale al refugio, al asilo: cfr. Sal 17,8; 36,8; 57,2 etc.

 63,9 A la letra "se adhiere detrás", quizá cruce de dos fórmulas que se leen en Dt 13,5.

63,10 "Lo profundo de la tierra" suele designar la región de los muertos.

63,11 La "espada" como instrumento de ejecución capital. Siendo los zorros animales despreciables y ávidos, servirles de alimento es suprema ignominia.

 63,12 "Jurar por" equivale a confesión de fe en una divinidad.

Trasposición cristiana.

 La corporeidad de experiencia y lenguaje del salmo adquiere nuevo realismo cuando el Hijo de Dios se hace hombre. Su "diestra" sostiene a Pedro, su aliento alcanza a Juan en la cena; come y bebe con sus discípulos (Hch 10,41); tuvo sed en Samaría (Jn 4) y en la cruz (Jn 19,28). En él glorificado podemos contemplar la gloria de Dios.

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