domingo, 7 de agosto de 2011

SALMO 51.

3Misericordia, oh Dios, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa,
4lava del todo mi delito

y limpia mi pecado.
5Pues yo reconozco mi culpa
y tengo siempre presente mi pecado.
6Contra ti solo pequé,
cometí la maldad que repruebas.
7Que tus argumentos te hagan justicia
y resultes inocente en el juicio.
7Mira, culpable nací,
pecador me concibió mi madre.
8Tú quieres sinceridad interior
y en lo íntimo me inculcas sensatez.
9Límpiame con hisopo del pecado,
lávame hasta quedar más blanco que la nieve.
10Anúnciame gozo y alegría,
que se regocijen los huesos triturados.
IITápate el rostro ante mi pecado
y borra toda mi culpa.
12Crea en mí, Dios, un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
13no me arrojes lejos de tu rostro
ni me quites tu santo espíritu;
14devuélveme el gozo de la salvación,
afiánzame con un espíritu generoso.
15Enseñaré a los malvados tus caminos,
y los pecadores volverán a ti.
16De homicidio líbrame, oh Dios,
Dios y Salvador mío,
y mi lengua aclamará tu justica.
17Señor mío, ábreme los labios
y mi boca proclamará tu alabanza.
18Un sacrificio no te satisface;
si te ofrezco un holocausto, no lo aceptas.
19Para Dios sacrificio es un espíritu quebrantado,
un corazón quebrantado y triturado,
tú, Dios, no lo desprecias.
20Dígnate favorecer a Sión
y reconstruye la muralla de Jerusalén;
21entonces aceptarás sacrificios legítimos,
ofrendas y holocaustos,
entonces sobre tu altar
se inmolarán novillos. 

EXPLICACIÓN.

51 Por razones formales y de contenido pienso que los versos 20-21 son adición posterior, exílica. En cierto modo contradicen el planteamiento de los dos salmos, introducen el tema inesperado de Sión y Jerusalén; por su parte los vv. 18-19 emplean el procedimiento de la recapitulación verbal, típico de finales.

El salmo, 3-19, queda dividido en dos partes con un corte abrupto entre 11 y 12. La primera parte está encerrada en una inclusión triple, llamativa; repite seis veces la raíz de "pecado" y otras seis, términos sinónimos. La séptima se reserva para empalmar con la segunda parte. El v. 10 anticipa un tema de la segunda parte.

51,3-11 En el reino del pecado. Doce veces en diez versos es una presencia envolvente, "tengo siempre presente". Tres binas se destacan: lo que Dios posee, bondad y compasión; lo que pide al hombre, sinceridad y sensatez; lo que el hombre pide, gozo y alegría.

La presencia en la conciencia de pecados y culpas y delitos revela algo más profundo: la condición pecadora del hombre. Nosotros emplearíamos dos símbolos espaciales: en lo hondo, en la raíz, en el cimiento. Los hebreos prefieren el símbolo temporal: de nacimiento, en la concepción: véanse Is 48,8; Os 12,4; Sal 58,4.
El pecado aparece también en dos imágenes: como mancha, como deuda; y sin imagen, como responsabilidad. Por eso el perdón es lavar una mancha, cancelar una deuda.

51,3 Al apelar a la piedad y compasión de la otra parte, implícitamente se reconoce culpable.
51,6a "Contra ti solo". Si el salmo está estilizado como pronunciado por David, parece olvidar a Urías. Leído detrás del anterior, parece olvidar al prójimo. Sin embargo, la frase hace sentido en contexto de alianza: una parte es ofensora respecto a la otra. Véase para David 2 Sm 12,9.
51,6b En el esquema de un juicio bilateral el verso es claro: el orante aprueba la validez del discurso de Dios. Parafraseo: con tu discurso pruebas tu inocencia, del proceso sales inocente. Si se tratase de que Dios salga justificado frente a todo juicio humano, la condena de un culpable surtiría el mismo efecto.
51,7 "Concibió": en la fisiología de entonces, me dio su calor.
51,8 Dios mismo trabaja en la intimidad del hombre para que adquiera y asimile la sensatez. Parte importante de ella es descubrir y reconocer los pecados y la condición pecadora.
51,9 Compárese con Is 1,18.
51,10 Anticipa la segunda parte. Cuando Dios pronuncie la sentencia de perdón, el penitente escuchará una noticia alegre, y hasta lo hondo de los huesos sentirá el gozo: véase Is 66,14.
51,12-19 La segunda parte comienza con un corte que no puede ser más radical. Para pasar del pecado a la gracia hace falta una nueva creación, cosa que toca a Dios.
51,12-14 El verbo crear suena con fuerza al comienzo de tres versos que llamaré epíclesis, porque son una triple invocación al espíritu. Como en la creación: el "espíritu de Dios" se cernía sobre el océano.
51,12 El primero es un espíritu dispuesto; adjetivo al parecer contrario al viento, cuya esencia es moverse. En términos psicológicos y espirituales es un ánimo pronto, decidido (cfr. Mt 26,41).
51,13 El segundo es un espíritu santo; la petición es que Dios "no quite" lo que había dado. Leído en clave davídica, sería el espíritu de profecía, según 2 Sm 23,2. Leído en clave comunitaria, es retirar la condición de pueblo santo, consagrado: Ex 19,6; Is 62,12; anular la elección, rechazar, como muestra el paralelo de 2 Re 13,23.
51,14 El tercero es un espíritu "principesco", que denota la iniciativa espontánea, la generosidad y nobleza de ánimo. No una ley desde fuera, sino un dinamismo desde dentro.
51,15 Ya transformado, el orante podrá atarearse como predicador de conversión. Los caminos del Señor son la línea de conducta que él traza; el camino por donde podrán volver y que deberán seguir.
51, 16a "Sangre" damim significa en sentido propio el homicidio, en sentido amplio cualquier violencia. En clave davídica, el asesinato de Urías.
51,18 El verbo aceptar puede tener valor técnico en el lenguaje cúltico: es la aceptación de Dios la que convalida un sacrificio.
51,19 "Quebrantado, triturado": hay que retener la imagen hebrea, plástica, vigorosa; nosotros decimos "estoy hecho polvo". Por la traducción griega y después la latina, la imagen perdió su materialidad y se convirtió en el concepto contrición, con su adlátere atrición.
51,20-21 Hacia finales del destierro o a poco de retornar, alguien añadió estos versos, actualizando el salmo. El destierro fue tiempo de triturar el corazón con la penitencia, de madurar en sensatez y de emprender el camino de vuelta. El Señor perdona y reconcilia (Is 40,2). En las nuevas condiciones, los sacrificios recobrarán su valor.
Después de los dos actos de la ceremonia, echamos de menos la palabra de Dios otorgando el perdón. La encontramos, transformada en anuncio profético, en Ez 36,22-28, como demuestran los términos básicos repetidos.
Trasposición cristiana. El salmo 51 es el Miserere, príncipe de los salmos penitenciales. Lástima que se haya desgajado del 50 y que no se haya valorado bastante la epíclesis o invocación al Espíritu. Podemos arrancar de 2 Cor 5,17-21 sobre el "ministerio de reconciliación". Al cual añado unas cuantas observaciones.
En la liturgia penitencial, ordenada al perdón y reconciliación, Dios no condena como juez, sino que se querella como parte. La relación mutua se funda en la alianza, cuya carta es el evangelio. El evangelio posee fuerza de interpelación, de recriminación y querella; pero también ofrece perdón y fuerza para la enmienda. A un examen de conciencia objetivo y neutral se sobrepone la palabra de Dios, en diálogo personal. La reconciliación tiene algo de nueva creación, y el Espíritu se infunde como dinamismo de vida nueva. Se plantea la relación entre culto y justicia.

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